Estudio del Ser en la historia de la filosofía.

Griegos I. Presocráticos. Arqué.

 

        Presocráticos. Arqué:

        En los primeros griegos su reflexión crítica  no debe ser entendida aún como una reflexión conceptual o discursiva, como la nuestra, que relaciona e hila conceptos, netamente separados de lo que ha quedado ya ahí, lejos, nuestro material mundo objetivo, que aún no tiene el griego, pues para el griego eso de ahí fuera todavía está muy próximo a él, es esa nueva Physis que se le está empezando a aparecer;  y el griego no busca en principio una verdad conceptual plenamente autónoma, pues esos primeros filósofos griegos no se mueven aún en nuestra lógica conceptual y discursiva, de verdades, sino en el ámbito del logos griego, entendido primeramente no en un medio discursivo sino físico, de la Physis, del aspecto o modo en que la Physis  aparece al conocimiento, separados ya del antiguo cálido entorno, pero muy próximos aún al nuevo que aparece, casi con la nariz pegada, advirtiendo sus poros, y la inextricable textura de ese mundo externo recién descubierto. Y este hombre aún advierte sus poros  porque todavía no se ha alejado, solo ha salido pero permanece próximo a la naturaleza, aún no está tan lejos que la ignore y la desprecie y confíe solo en el mundo conceptual y discursivo por el que llegará a sustituirla; mundo éste nuestro de palabras y conceptos que se refieren ya solo muy lejanamente a la naturaleza, mundo ‘objetivo’ que llega a sustituirla completamente. Ya no nos interesa conocer al estornino sino conocer todo lo que se ‘sabe’ sobre él, conceptos (Por eso, a este respecto Machado nos enseña, pues él está, como los primeros griegos, muy próximo a esa Naturaleza-Physis que le es aún al menos tibia, pero no plenamente alejada, fría y conceptual; y está en relación con ella, recreándola).([1])

        Los primeros hombres filósofos, los griegos presocráticos, primerizos en el ejercicio metódico de la razón y de la aventura conceptual de la abstracción, intentan reducirlo todo a algo al margen de los dioses, buscan un principio originario fundamento sustancial (no fenomenológico) de todo, un origen único de donde todo pueda proceder, racionalmente, el arqué; buscan una base firme en que sustentar su pensar de razón desarraigado, al que dirigir su búsqueda y anudar sus preguntas. Si anteriormente Hesiodo ponía como origen mitológico, animado y cálido, a la Tierra maternal, ahora los presocráticos cambian rotundamente de mentalidad pero siguen mirando hacia un origen, ahora frío y sustancial: el agua, el aire, lo indeterminado... Se presenta en principio vacilante (agua, aire) o indeterminado (apeiron), pero material, dentro de esa indeterminación. Pero ahora decididamente ya no es la tierra, ella tan determinada, tan sólida y variopinta. El origen que busca el presocrático es material pero de algún modo sutil y maleable, para que pueda adoptar todo tipo de forma material. Podría hoy pensarse erróneamente que el arqué buscado por los presocráticos debería estar muy próximo o incluso pudiera haber sido ‘la materia’ o ‘lo material’, como origen sustancial de todo (¿lo material?), pero ellos no tenían  aún, o no empleaban con nuestro actual sentido de abstracción, la palabra ‘materia’. Su planteamiento debería ser muy diferente. Además nuestra palabra materia es conceptualmente mucho mas pasiva que su arqué, pues éste siempre encierra un principio animado o de acción. Y además nuestro concepto de materia tiene un carácter de generalidad (de idealidad, que Berkeley lleva a sus últimas consecuencias) que es totalmente ajeno al carácter de origen sustancial del arqué. Se dice que lo principal en los presocráticos no es la diversa respuesta que dan, sino la común pregunta. Y así debe ser, efectivamente, pues esa primera gran pregunta que se hace el hombre presocrático, desde su nueva e inédita plataforma de razón, pero aún próxima a lo vital, debe ser la pregunta fundamental, la fundamental pregunta que jamás pueda hacerse el hombre de razón, y que ha de servir de base a todas las restantes: Todo ‘es’, sí (antes más que ‘es’ ‘existe’, en relación interna y próxima a nuestro existir vital), pero ahora, en esta  época de naciente razón se está iniciando el vacilante uso del vínculo ‘es’, como veremos en Heráclito y Parménides ([2]): es la mesa, es la silla, es la nube, es azul, es cruel, ¿pero qué es ‘es’?  ¿Los diversos ‘es’ tienen algo en común?, ¿hay en los diferentes ‘es’ un origen común?, ¿hay una posible comunidad de ‘es’?  Con ello se intenta poner orden en una diversidad externa que ya es manifiesta: se nos muestra diversa, si, pero ¿hay una oculta comunión? Si la hay habrá esperanza de orden y conocimiento, y el arbitrario mito (existencial, de ‘existires’, dramático) podrá superarse con la lógica del razonamiento crítico (esencial, de ‘es’, filosófico). Todas y cada una de las cosas se caracterizan o definen por una diversidad de determinaciones, que configuran lo que cada cosa es. ¿Habrá una originaria fundamental determinación común (aunque aún no determinadora, aún maleable)  subyacente en todo? Esta es una fundamental pregunta de la filosofía griega que conduce al ‘ser’, vínculo común de determinaciones, de ‘es’. Pero los presocráticos no llegan a esa suma abstracción, pues el arqué presocrático está antes de la determinación, está en la base originaria de la determinación, está en el origen abismal de la nueva manera de ver. El arqué es sobre todo un ‘qué’, un ‘qué es’, con referencia a un origen material, al ‘qué’, pero también con un sentido de proyección hacia el ‘es’, determinador. El arqué es un ‘qué’ que es base subyacente, origen, pero que también catapulta, proyecta, eleva, desde lo sustancial hacia el ‘es’, ese ‘es’ aún vacilante al que va a proporcionar una base firme. El arqué, origen, está mas abajo, antes del ‘es’, así como posteriormente la idea de Platón estará en todo lo alto, mas arriba del ‘es’, idea de la que todo pende y a lo que todo suspira.

        Desde el arqué el hombre se eleva al > es, desde el ‘es’ se eleva al > ‘ser’, y desde aquí se eleva a la > idea: elevación desde la tierra al cielo. El hombre racional ha empezado su aventura intelectual mirando a un origen sustancial que le sustente, pero solo para  alzarse, primero al ‘es’ múltiple, luego al ‘Ser’ de todos los ‘es’, general, y finalmente a la idea, divina. Ocurre como si liberado el hombre de los dioses emotivos y vitales, quisiera pronto  encontrar otros racionales. Si en el arqué presocrático está el origen de todo lo que ‘es’, en la ‘idea’ platónica estará de algún modo el fin. Toda la filosofía antigua se debatirá en esa doble mirada, hacia abajo, hacia arriba, en torno de la incógnita del ‘Ser’, centro éste y eje de todo estudio verdaderamente filosófico, fundamental incógnita del ‘Ser’, inquieto fuego heraclitano, fuego que ya los mas antiguos escritos del Rig-Veda sitúan entre el Cielo y la Tierra: "¡Oh fuego, tú eres el hijo del Cielo por el cuerpo de la Tierra!".

 

        Para Tales de Mileto (aprox. 624-546) ese arqué origen común que está en todo es el agua,  pero ésta en un sentido animista. Según Aecio: “Tales dijo que dios es la mente del mundo y que el todo está dotado de alma y lleno de démones, y que a través de la humedad elemental penetra una fuerza divina que la mueve”. Pensamos que este sentido lo aproxima al Ser.

 

        Anaximandro (aprox. 610-545-500?) da un paso más y piensa que el origen de la comunión de determinaciones, el arqué, solo puede estar en lo que carece de determinaciones, lo indeterminado, indefinido, el apeirón, el ‘es’ que aún es nada. ¿Ese ‘es’ que carece de determinaciones para ser comunión de todos ellos, no es realmente sino el ‘Ser’?, ¿zarza ardiente, que en su humildad (‘nadedad’) nada es, sino fuego de ‘Ser’?  Concepto éste quizás aún demasiado sutil y abstracto para su época.

 

        Anaxímenes (586?-528/25) da un prudente paso atrás, sin duda era más sensato, y pone el origen, el arqué, nuevamente en algo material y con determinaciones, aunque en lo más sutil material posible, el aire. Pero esa naturaleza sustante de Anaxímenes tiene también gran sentido energético. Según Teofrasto en Simplicio: “le llama aire, y se diferencia en sustancias por rarefacción y condensación. Cuando se hace sutil se convierte en fuego, y cuando se condensa, en viento; después, en nubes; después, condensándose mas, en agua, luego en tierra, después en piedras; y los demás seres se originan de esas sustancias. Hace también eterno al movimiento, por medio del cual se verifica el cambio.”

 

        Lo importante del origen, arqué, sustante, no parece en definitiva cual sea la sustancia en sí (agua, apeiron, aire, fuego, número), sino su naturaleza anímica, energética, vital y armónica, de lo cual todo procede. El alma siempre en movimiento (Alcmeon). No olvidemos que el hombre griego racional acaba de salir de un medio cálido, vibrante, animado, de modo que ese origen único nuevo que ahora busca, es sustancial pero todavía animado. En todo ello hay una implícita dualidad, pero en todo caso el arqué griego, anterior a las determinaciones, tiende a estar en el extremo mas opuesto a lo mas determinable, a la tierra, a las piedras, y por eso ningún presocrático pone el orígen en la tierra, sino que apunta siempre a algo mas liviano, y mas conformable, el aire, el agua, el apeiron. A fin de cuentas el apoyo que buscan los presocráticos no es sino para elevarse a la levedad del ser, un ser creativo, un ser origen común de todas las determinaciones.

        Ese proceso progresivo del pensar griego que trata de salir de su anterior caldo vital, que se inicia con los buscadores del arqué, y que en Heráclito y Parménides se va a manifestar en todo su irrumpir, encuentra antes, en Pitágoras, un esfuerzo, que necesariamente tiene que ser misterioso, mistérico, pues tan en las entrañas del proceso está. Pero por lo mismo es difícil de explicar y por ello nosotros lo vamos a posponer hasta después de Heráclito y Parménides, para que tras ellos pueda entenderse mejor.

        Pero antes de ocuparnos aquí de estos dos grandes filósofos, Heráclito y Parménides, en la línea histórica que aquí llevamos, deberemos desviarnos un poco, a fin de acercarnos antes a la opinión de Heidegger, que comparto, sobre la proximidad de las conclusiones de estos dos filósofos, en contra de la exposición académica usual generalmente aceptada y que los pone como contrarios.

 

 

 

[1] En este progresivo alejamiento, con Descartes ocurrirá un nuevo paso, casi zancada, en que el hombre se aleja nuevamente de su medio, que queda ya muy fuera, convertido en ..\2-Estudio inductivo del Ser (organizándose)\2Materia.doc.

[2] El ‘es’ originario ya no es un existir, vital, es un estar, pero un estar en su lugar, un legein, logos, un estar que surge de su lugar, physis. Genialmente tratado en F.M. Marzoa: Historia de la Filosofía I. 1 Introducción. Sobre el intento de decir aquello en lo que todo decir habita; ¿qué de qué?, ¿qué ocurre en el decir, en la articulación del ‘de qué’ y el ‘qué’?  Antes de los griegos ‘el lugar’ del hombre es el mismo de las otras cosas, el vitalismo común (de actos, actitudes y acciones). Aquel hombre ‘In’ (dramático, mitológico), sale, se convierte en ‘Out’ por la razón inquisitiva, y deja ya de percibir el anterior mundo de mitos y dioses. Entonces percibe ahí fuera (pero  próximo) la nueva presencia, separadora, abismal, del ‘es’, estar (liegen), en su nuevo y sorprendente lugar,  ¡ahí, fuera¡ Veremos mas en 5-Heráclito y Parménides.