estudio del Ser
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Estudio del Ser: Desarrollo inductivo.

 

 

Distinguimos en este estudio tres apartados:

  1. Observación de la materia: archivo 1
  2. Naturaleza de la materia observada: archivos 2, 3
  3. Conocimiento de la materia observada: archivos 4, 5, 6, 9.

 

1-Estudio inductivo desde lo particular como observable.

2-Lo observado.

3-Observables elementales: de cantidad y de cualidad.

4-Alejamiento de lo Observado.

5-Impulso desde lo observado hacia lo general (con el ‘es’).

6-Desde los ‘es’ al común ser (esquemas de la cruz).

7-Arquetipo de la cruz.

8-Las Categorías, ahora sí, como manifestación de la rica fecundidad del Ser.

  1. Definiciones y conceptos referidos al esquema

 

 

 

       1-Estudio inductivo desde lo particular como observable:

       Un estudio inductivo parte de lo concreto, de lo particular, para ir ascendiendo hasta la conclusión general final. Me parece que no es ese el tipo de estudio que suele hacerse en filosofía, que es más propensa al desarrollo deductivo a partir de la tesis general propuesta. Pero si queremos una filosofía de y sobre lo real, entendiendo como tal lo observable, lo concreto, lo duro, no podemos emprender un alto vuelo discursivo de lógicas y razones, olvidándonos de lo real (lo aparentemente real, nuestra cotidiana realidad), o disfrazando esta realidad. Si acaso sólo deberemos hacer un vuelo rasante, siempre muy próximo a lo particular y concreto. Pero entonces nos encontramos enseguida con problemas. Por ejemplo la concreta y particular aseveración de que ‘uno mas uno es igual a dos’ se me presenta como una chanza del conocimiento, que  ignora u ofende a la experiencia (a Whitehead y Russell en Principia Mathematica les tomó hasta la página 86 del Volumen II para probar que 1+1=2 ). Uno mas uno no tiene sentido real (real empírico), pues uno no existe en la realidad, y si existe ya no hay dos. ¿Uno?, ¿uno qué?, ¿un árbol?, ¿una manzana?, ¿un hombre?, ¿un dios?  Bueno vamos a suponer que sea una manzana. Una manzana mas otra manzana son dos manzanas. ¿Pero qué manzana?, ¿verde?, ¿madura?, ¿grande?, ¿pequeña? No es broma, en absoluto, pues no hay dos manzanas iguales que puedan una mas una ser dos, sino que seguirán siendo una manzana algo mas verde y chica con otra manzana mas madura y grande. Bueno, se dice, ‘pero haciendo abstracción uno más uno si es dos’. Claro, abstrayendo las diferencias y quedándonos fuera de la realidad, de esa realidad concreta y particular que queríamos estudiar, y que se construye con las diferencias. Las matemáticas es la ciencia de la ficción, no de la realidad concreta. Lo mismo ocurre con ‘el espacio’, que es una palabra estúpida, como muy bien saben los niños de educación secundaria, pero sin embargo es una palabra que condiciona todo el discurso científico y filosófico (que tanto trabajo les cuesta por ello aprender a esos niños). El ‘volumen de un cuerpo’ es ya algo mas sensato, pero decir que volumen es el espacio que ocupa un cuerpo es basar lo concreto en lo abstracto, lo que es una solemne ‘tontéria’ (esta expresiva palabra, ‘tontéria’, me la ha enseñado mi hijo trisómico). Quizás lo concreto y nosotros mismos no existamos y seamos un vano sueño, vale, pero eso no justifica  basar lo concreto en lo abstracto, lo cual es un absurdo. Y lo contrario un imposible, una imposible inferencia. Pero nuestra civilización existe, basada en la ciencia y en las matemáticas, esas imposibles. Mentira. Nuestra civilización no se basa en la ciencia sino en la técnica, totalmente experimental, una progresión día a día, experimental. Pero una nave llega a la Luna a lo largo de una trayectoria matemáticamente calculada. Mentira. Se han hecho cientos de correcciones a la trayectoria matemáticamente calculada, de modo que al final la trayectoria es fruto de la observación empírica y el ensayo. Y lo mismo el motor de explosión, que va surgiendo paso a paso en ensayos progresivos y reiterados. Y así toda la ciencia.

       El espacio es una quimera, si acaso la distancia. Lo mismo que ‘el tiempo’ es otra quimera, si acaso la duración. Nosotros sí sabemos una cosa  y es que vivimos, sea sueño, sea lo que sea, y toda esa sensación la llamamos existir, existimos. Los científicos con gran maestría deshuesan el existir y enarbolan orgullosos el hueso y le llaman tiempo. Y los filósofos lo roen. Fue San Agustín quien dijo del tiempo, que si no se lo preguntaban sabía lo que era, pero si se lo preguntaban ya no sabía lo que era. Eso nos pasa con cualquier cosa, tan sencilla incluso como una mesa. Todos sabemos lo que es una mesa si no nos preguntan qué es, pero si nos lo preguntan, ¡qué horror!, cuatro o tres patas, o seis, redonda o cuadrada? Y es que no nos terminamos de dar cuenta lo imposible que es la conexión entre lo empírico (lo observable, ésta mesa) y lo general (la mesa), y es sobre lo general sobre lo que versa el discurso, el filosófico, el científico, cualquiera. No hay entendimiento posible entre el empirismo y el idealismo, y Kant no soluciona nada, pues toda su obra no trata de la realidad sino del discurso sobre esa realidad. Todo eso de los aprioris espacio y tiempo, y de nuevo las rancias categorías, me suena demasiado discursivo, filosófico, teórico, irreal.

      

       2-Lo observado:

       Cuando hablamos deberíamos alejarnos muy poco de lo observado y entonces nuestro discurso sería algo más verosímil, si ello es posible. Por ejemplo el discurso escolástico es inverosímil, ya que se construye con imposibles entelequias muy alejadas de la realidad, pues la escolástica empleaba un idioma muerto, un latín que ya no se utilizaba en la vida cotidiana, sino sólo para construir razonamientos filosóficos. Aquello no era filosofía sobre la realidad sino pericia lógica para construir un castillo de naipes, sin base real, presto a caerse al menor soplo. Otro tanto pasaba con la filosofía racionalista de Wolf (que es el punto de partida crítico de Kant), que llega a ser pura verborrea, donde la realidad cede paso a la lógica del razonamiento. La realidad no es ni deja de ser lógica sino que simplemente es. En cualquier razonamiento debe primar lo real mucho más que lo lógico. Si nos separamos de lo real con muchos razonamientos lógicos, haremos una filosofía lógica... de lo irreal. La filosofía debe ser convincente mas que lógica, y es ese punto de convicción lo que le da su proximidad a lo real, su verosimilitud.

       Para hacer filosofía de lo real, nuestro real, es imprescindible partir de una detenida observación de lo real y no alejarnos demasiado, y si es posible además encontrar algún artificio que nos mantenga constantemente unidos a lo real. Eso es lo que hace la Física gracias a  la medida. La Física estudia conceptos totalmente generales pero perfectamente enganchados en lo real por medio de la medida. Fuerza, energía, espacio, tiempo, serían puras entelequias si no fuesen conceptos operativos como son, al ser objeto de medida, objetos físicos medibles. Galileo se percató de ello y la Física dejó de ser verborrea, lo mismo que la Alquimia dejó de ser potingues y se convirtió en ciencia Química cuando Lavoisièr empezó a emplear profusamente la balanza.

       Me parece extraordinario el logro de la Química, capaz de superar la abigarrada mezcolanza real, distinguiendo en ella unos pocos elementos de partida (en principio unos cincuenta), elementos  que en la realidad están ahí entremezclados. Ellos son los importantes, no la definición de elemento, que tardaríamos bastante en ponernos de acuerdo: sustancias que no se pueden descomponer…, que nos lleva a sustancias como distintas clases de materia…, aquí nos atascamos o le pasamos la patata a cuerpo… Elemento como formado por una misma clase de átomos, también es imprecisa por la existencia de los isótopos… Pero ahí están los elementos, reales. También la Física sabe partir de unos pocos conceptos medibles, atados a nuestra mano, las magnitudes fundamentales, masa, longitud, tiempo, cuyas unidades se construyen o están ahí, reales, observables empíricamente.

 

       3-Observables elementales: de cantidad y de cualidad:     

       ¿Y cuáles serán los observables elementales que el filósofo advierte en la realidad?  Procuraremos no repetir aquello de los cuatro elementos de la filosofía clásica y hacer algo más adecuado a nuestra realidad actual, ya científica. El mundo de ahí, tremendamente abigarrado, comienza a cobrar un sentido cuando se distinguen en él cosas, una piedra, un árbol, un río, una montaña, una nube, una cara. Y las cosas se distinguen entre sí por los límites que la conforman y por sus rasgos internos, propios, distintivos. Esos límites y esos rasgos pueden ser imprecisos o parecernos algo subjetivos (como los olores), pero son fruto de la observación (intervenga o no el recuerdo, la inteligencia...). Advertimos en principio que los observables se pueden clasificar en dos grandes grupos: contables (una casa, una piedra...) y rasgos (azul, amable, grande...), quizás un filósofo pueda ver todo un espectro desde lo absolutamente contable hasta lo absolutamente rasgo, ¿rasgos contables?, ¿contables aspectuales?

       Quedamos en que podemos distinguir dos grandes grupos diferentes de observables: observables de c(u)antidad, contables, y observables de cualidad, rasgos. ¿Cuál de esos dos tipos mueve más a la emoción y cuál mueve mas al entendimiento? Si vemos un león en una lámina no experimentamos emoción especial, pero si es en el campo ya sobran hasta las emociones. En principio la emoción no lo produce la cosa (¡menuda cosa!) sino nuestra relación con la susodicha cosa. La emoción no la produce en realidad la cosa sino el rasgo, fiero o amable (je, je) del felino. (En estos tiempos de Internet, se puede ver en la Red un video que muestra cómo un león adulto, dentro de una jaula, abraza en pié y enternecedoramente a una mujer (por fuera), que parece lo crió de pequeño). Nuestra relación con la cosa tiene mucho de recuerdos y aprendizaje, y en eso adquieren importancia especial los rasgos y cualidades de la cosa. Un niño pequeño, inocente y desconocedor de la fiereza que le amenaza no debería sentir miedo hasta el rugido y quizás porque alguien le hubiese antes gritado. No es el león sino su fiereza lo que asusta. No es la cosa sino la cualidad de la cosa la que nos pone en situación hacia o en contra de esa cosa. Es decir son las cualidades, los rasgos, los que mueven o animan, nos conmueven, es decir nos hacen sentir emociones. La cosa es un depositario de esas cualidades que emocionan y mueven en uno u otro sentido.

       Y la cosa para que merezca de nosotros tal calificativo diferenciador necesita de unos límites más o menos supuestos. Nosotros queremos creer que esos límites  separadores son asignados en el acto de la observación, mediante un tipo de facultad intelectiva muy elemental que llamamos pensamiento observador, que en cierta medida poseería también el hombre salvaje, y también los animales (igual que poseen emociones). Ese pensamiento observador, en inmediata referencia a lo sensible y concreto, perfila, dibuja y entresepara, diversifica, multiplica, cuantifica. Este pensamiento observador lo estudiamos ya con cierto detenimiento en la parte deductiva de nuestro estudio ([1]) y en Descartes (cuando distinguimos entre materia activa griega y materia pasiva…). Sobre el pensamiento abstracto ya aludimos ligeramente arriba y lo haremos también abajo al final, y nos definiremos en el apartado ‘Estudio del conocimiento’, dentro del estudio inductivo.

Decimos entonces que el pensamiento observador de lo concreto delimita a la cosa, y por su parte la emoción cualifica y entonces acerca o rechaza. En la observación actuamos doblemente, primero dibujamos lo observado, perfilando, separando, multiplicando, y en seguida o quizás simultáneamente la emoción nos mueve de algún modo coloreando lo observado. El pensamiento crea lo plural y la emoción nos mueve. Sin pensamiento y emoción conjuntos no hay el acto de la observación, que es doblemente creador, de cosas y de emociones, en un íntimo contacto con lo real.

 

 

       4-Alejamiento de lo Observado:

       Posteriormente manejamos esos pensamientos y emociones de lo concreto observado, y los relacionamos, los articulamos… y ya nos alejamos de lo observado. Un pensamiento de una mesa y otro de otra mesa y otra, terminan haciendo el concepto de mesa, abstracto, general, ideal. Pero eso ya no lo ha hecho el pensamiento observador sino otra facultad humana muy característica del hombre, que es la razón, que relaciona y asocia pensamientos, cavilando, razonando. También ocurre que una emoción tal y otra cual, etc, terminan construyendo un acerbo coordinado de emociones, una actitud, general, que de algún modo relaciona o articula los diferentes actos asociados a las emociones. Así ya no nos mueven las emociones primarias  sino las actitudes en que esas emociones se han articulado. Mediante la razón el mundo de cosas individuales cede su privilegio en favor de un mundo de ideas abstractas en que esas cosas se han asociado. La cosa individual pierde su valor y este pájaro que canta en su jaula cede su lugar al concepto o idea de canario, cuya selección y estudio me ocupará, en vez de pasar las horas oyendo a mi pájaro. Llamamos razón a esa facultad humana de conceptualización, que asocia y relaciona pensamientos de cosas. Por su parte llamamos vitalismo (con desafortunada palabra, aunque no encuentro otra mejor) a la facultad humana que articula emociones en actitudes y conductas.

       Y así, con la razón y con el vitalismo, nos hemos alejado de lo concreto, de lo real, de lo observable, para construir un mundo de entelequia ideal, mundo de razones y de actitudes y conductas. La separación del hombre de lo concreto empezó en las Urbes fluviales, en que se desarrolló el vitalismo, articulándose las primitivas emociones prehistóricas (asociadas a rasgos totémicos) en actitudes humanas, diferentes actitudes que el hombre advirtió en los animales (y en la naturaleza) como fuerzas. Posteriormente esa separación entre el hombre y lo real concreto aumentó con los griegos, en que se desarrolló la razón, relacionándose los elementales pensamientos de observación neolíticos en sesudas razones. Pero todo eso no hubiese sido posible sin la previa labor de discernimiento del pensamiento observador, separador de cosas, durante el Neolítico, y sin la totémica distinción de emociones, durante el Paleolítico.

 

       5-Impulso desde lo observado hacia lo general (con el ‘es’):    

       La filosofía no es lógica, ni tampoco ciencia, claro está, es convicción, pero convicción con lógica y con inmediatez referencial al mundo sensible y su acceso mediante el intelecto. Y es por esa aproximación al mundo y a su lógica, por lo que la filosofía es amor a la sabiduría, por esa relación con el mundo que nos rodea y su acceso intelectual. Es amor al saber, a lo que sabemos de la realidad, no meramente a la verdad (saber conceptual). Por todo ello no me parece filosofía la escolástica, encorsetada en una lógica de relación conceptual que la aleja del mundo real y la convierte en pericia lógica de iniciado. La filosofía aunque parece un asunto estrictamente  intelectual, es empero sobre todo y ante todo una inmediata referencia al mundo que tenemos ahí. Por todo ello no me fío tampoco un pelo de la fenomenología (¿concienciología?) Quiere ser ciencia, pero me parece pericia, inconsistente si prescinde del mundo de ahí (sea real o imaginado). …Contenidos de conciencia. No será psicologismo, pero sí conciencismo, concienciología, no filosofía…, en que la emoción también cuenta.

       No podemos prescindir de la inmediatez referencia al mundo observado y del sentido de convicción que su comentario evoque. Ahora yo me voy a situar en el nivel de abajo, el de la observación, y desde ahí voy a intentar tocar el nivel de arriba, el de las ideas abstractas de la razón. Y eso es lo que hago cuando digo: ‘esto es una casa’, ‘esto es un árbol’, ‘esto es verde’, ‘esto es maravilloso’… En todas esas aseveraciones estoy mirando, refiriéndome a un observable concreto inmediato, ‘esto’, ‘eso’, ‘aquello’, en el que me sitúo, y desde ahí lanzo una afirmación con referencia a lo de arriba, a lo general, ideal, lejano, ‘casa’, ‘árbol’, ‘verde’. Me sitúo previamente en el nivel de abajo, y desde ahí  procedo a tocar el nivel de arriba: ‘esto particular’ “es” ‘eso general’. Conecto así el nivel de abajo con el de arriba. ¿Cómo he podido lograr tamaña aventura? ¿Cuál es la herramienta que me  permite esta maravilla, de relacionar los dos niveles, o sea de conectar el nivel de abajo (que está muy abajo) con el de arriba (que está muy arriba). Es toda una proeza, que realiza el pequeño y minúsculo vínculo ‘es’, determinador. Algunos lo menosprecian, quizás por pequeño, con el calificativo de ‘mero elemento gramatical’. Y no se dan cuenta de que ese pequeño y minúsculo ‘es’ es el artífice de la civilización griega de la razón hasta nosotros. Además es un mensajero de los dioses, es un anunciador del gran ‘Ser’ (común de todos los ‘es’), aunque también es un usurpador, tan pequeño él ([2]). El ‘es’ parece que permite un pequeño brinco pero es un salto colosal el que impulsa, el que nos permite. Del mismo modo que las unidades (como medida de referencia no de intercambio) posibilitaron desde Galileo todo el desarrollo científico, al conectar lo medido concreto con las magnitudes abstractas, que así se hacen operativas, del mismo modo, decimos, la partícula conectiva ‘es’ vincula lo observado con conceptos ideales, generales, lo cual convierte la expresión en ‘operativamente racional’, posibilitando nuestro inusitado desarrollo racional de la expresión; realmente nuestra civilización. Expresión racional sustancial, que siempre ha de estar referida a lo real, a lo concreto, pues desvinculado de ello se convierte en verborrea o pericia. Antes de los griegos no debía existir ese elemento de vínculo, y el que pudiera existir era en otro sentido, vitalista ([3]), que dio lugar a otro tipo muy diferente de productos de la expresión.

       Al estudiar la variada multiplicidad que expresa la partícula ‘es’, determinadora, se advierte pronto que donde nosotros hemos encontrado dos clases, una de tipo cuantitativo o contable (es una casa), y otra de tipo rasgo o cualitativo (es verde), verdaderamente hay todo un espectro de ‘es’ que se extiende entre esos dos extremos, pasando por intermedios en que su inclusión no aparece tan nítida. La pluralidad de ‘es’ recorre todo el espectro de la determinación, desde lo más netamente cosual, delimitado y perceptible por el pensamiento observador, ajeno a cualquier emoción, hasta lo mas propiamente rasgo provocador de pura emoción, totalmente ajeno al pensamiento observador.

 

       6-Nuevo impulso desde los ‘es’ al común ‘Ser’: esquema:

       Cuando se escribe filosofía, sobre todo estos grandes temas, ser, ente, esencia, sustancia, se emplean palabras muy sobadas, palabras que han perdido el brillo que originariamente tenían. Empezaron siendo palabras griegas, palabras griegas de uso común, no filosófico, que los primeros filósofos griegos le dieron un sentido especial, profundo, filosófico. Luego se tradujeron al latín, un idioma estructuralmente diferente, lo que obligó a cambios muy importantes en conceptos fundamentales, como el ser, cambios tales como sustantivizar algunos verbos griegos para que el concepto tuviera el mismo (¿mismo?) sentido filosófico en latín. Después han sido sobados y alterados sus sentidos al gusto de cada cual, para cometer a menudo herejías filosóficas, algunas aceptadas casi universalmente, como ocurre al equiparar ente y ser. Por todo ello lo primero que debemos hacer al tratar con filosofía es clarificar, concretar y distinguir el significado de esas palabras en cuestión, palabras que precisamente pueden adquirir su significado más propio en relación unas con otras. Y esa relación puede adquirir un carácter que supera la propia significación lingüística y conceptual si adopta la forma de un esquema figurativo, no un mero esquema que ayude a significar y relacionar contenidos conceptuales, sino un esquema en el que reside la propia significación y relación de significados, porque el esquema está construido en función de arquetipos universales, como son abajo para tierra, arriba para cielo, y en fin una flecha que los une para significar ese común  ‘salto’ o elevación de todos los ‘es’, que va desde abajo arriba, en común proceso del ser, un ser verbo que va desde la materia informe, sub-stancia (sub, lo que está abajo), a lo que tiene sentido, esencia (esencialmente claro y distinto, arriba):

     (transfiriendo aquí el esquema) 

 

 

       Existir, tránsito de un es a otro es. Ser, común juntador de todos los es, ceñidos en liviana cintura de junco.

 

 

 

 

       El ser, liviano, donde todos los es confluyen en ser, liviana cintura donde el existir aún virgen carece de es, solo ser y tensión de existir, virgen, tremenda hermosura.

       Solo en la unión originaria del Ser y el Existir, donde el esquema se convierte en un punto, punto mudo de sabia ignorancia, punto oculto de  infinita riqueza, puede sea-exista Dios, del que empero nada sabemos.

       Este esquema de múltiples ‘es’, multiplicidad derivada del alejamiento que en (desde) el Ser el Existir implica, lo advierto yo desde mi existir, pero parece natural que el esquema debiera abrirse no meramente a un desarrollo (horizontal) plural de ‘es’ (ajenificadores del Ser único), sino también a un desarrollo (vertical) plural de ‘existires’, derivado del alejamiento que en (desde) el Existir el Ser implica, y que contemplaría un espectro de diversidad de ‘existires’ (ajenificadores del Existir único), en espectro desde lo abstracto hasta lo concreto (cielo-tierra), desde un extremo existir arriba, ‘ideal’, hasta un extremo existir abajo, ‘material’.

       En todo caso la inducción nos ha llevado desde lo observado al Ser, que engloba la generalidad del plural mundo de ‘es’, así como al Existir, que incluye la generalidad del plural mundo de ‘existires’; Ser y Existir ortogonales y sin posible mutua relación que no sea en la suma abstracción trinitaria del punto Dios en que Ser y Existir coinciden.   

      

  1. Arquetipo de la cruz.

Las cualidades, existan como tales, como observables posibles, o se generen en la observación, son en todo caso tantas, tan diversas las  perspectivas, los planos, los puntos de vista, que en definitiva es el observador en el momento de la observación el que elige, decide o dibuja su observación, es decir en que concreta la idea figurativa observada que en cada instante se le ilumina en la mente, lo cual ocurrirá a su vez en función del caudal anterior de ideas que ya se encuentren en él, y que le dirigirá en la observación y le orientará aportando referencias. Y así, remontándonos en la vida individual de cada individuo (valga la redundancia), las primeras ideas motrices referenciales, las guías, sin las cuales la observación no podrá encontrar acomodo, se habrían formado ya en la vida intrauterina, orientado quizás por especiales preferencias genéticas, posteriormente grandemente olvidado y subconciencializado. Empero debe de haber unas primerísimas ideas motoras genéricas, que posibiliten se inicie la madeja ideológica emotiva. La tábula rasa no puede serlo hasta sus últimas consecuencias, hasta sus primerísimos inicios, en el que nosotros suponemos como matriz idea motora originaria la que sirve de base a nuestra tesis: la cruz, con sus dos dimensiones, Ser y Existir, cruzadas y coincidentes en un punto. Idea genérica arquetipo en principio la mas simple, aunque ya compleja desde nuestra perspectiva. Idea arquetipo que parece ya está presente incluso antes de la constitución de la mórula, pues ya en los mismísimos inicios de la división del núcleo celular durante la mitosis se presenta esa tendencia a las dos dimensiones cruzadas, transversales, una la meridional dipolar del aster que dirige el uso acromático, y otra la transversa ecuatorial de los cromosomas, durante la cual el aster polar dirige la ecuatorial separación cromosómica de la mitosis. En todo caso sería interesante investigar si también la mórula se desarrolla inicialmente siguiendo el patrón de la cruz que involuciona sobre sí mismo. E incluso habría que investigar si este patrón influye en la cristalización de los cristales, cristalización que parece que el nuevo compuesto químico inicia con cierta duda, y que a medida que pasa el tiempo va cristalizando mas rápidamente. ¿Qué patrón dirige los campos morfogénicos de  Sheldrake, la resonancia mórfica?

      

  1. Las Categorías como manifestación de la rica fecundidad del Ser.

Y volviendo a los esquemas en cruz de arriba, advertimos de pronto, admirados, que el espectro de determinaciones, de ‘es’, que va desde lo cuantificable a lo cualificable, no es sino la diversidad de las Categorías, como distintos modos de atribución, espectro de ‘es’ que determina un sentido ortogonal al del Ser, sentido ortogonal que no es sino el sentido del Existir, sin el cual en verdad la filosofía del Ser, el lívido Ser, no podría desarrollarse. Pero estas Categorías ahora no son ya ‘una escisión inexplicable en el ser’ como decíamos en la parte deductiva y también al principio de Aristóteles, haciéndonos eco de las palabras de Marzoa (Historia de la Filosofía, p. 226), según las cuales el gran defecto que presentarían las Categorías es que con ellas la pluralidad de sentidos del Ser aparecen como una escisión inexplicable en el Ser y no como la manifestación de su rica fecundidad. Pues ahora vemos, deslumbrados por su belleza, admitido el admirable patrón trinitario ortogonal (que por lo demás rige a la ciencia), que la diversidad de las Categorías son efectivamente la manifestación de la fecundidad (transversal) del milagro del (vertical) Ser, polarizado (horizontalmente) por el Existir. Este reconocimiento lo inicia implícitamente en filosofía Platón, que convierte el (escueto) ‘es’ en un (ya dilatado) ‘es…’, según genial interpretación de Marzoa (que vimos en el estudio de la Historia de la Filosofía), donde los puntos suspensivos empiezan a engrosar el Ser y hacerlo así accesible al tratamiento filosófico, para poco después cristalizar en la maravillosa intuición de Aristóteles con las Categorías, en que el lívido Ser adquiere su plena dimensión transversal. Así la cruz se hace realidad, realidad bidimensional. Las Categorías imprimen distintos sentidos (paralelos) al Ser, pero no distorsionándolo, como decíamos antes de asumir el esquema trinitario como milagro de realidad, sino fructificándolo, pues realmente son el fruto del Ser, la carne del Ser, su Hijo, hasta desfallecer por amor en Él, en los múltiples sentidos del Ser, los ‘es…’, categorizados en modos como Categorías, que desfallecen a su vez en el Ser (desfallecimiento éste al que aludimos repetidamente en Platón así como en Aristóteles, e incluso en Kant, en que su Crítica desfallece en Metafísica), unas Categorías siempre necesariamente inconclusas,  pues en suma no son sino prolífica y a la postre siempre inacabada e inabarcable riqueza del Ser, de Ser.    

 

 

  1. Definiciones y conceptos referidos al esquema

        En todo caso, la falta en filosofía de un esquema dimensional (como el nuestro), que permita asignar a los distintos entes (o conceptos) diferentes dimensiones (esenciales o conceptuales), lleva en filosofía a barajar esos entes y conceptos en una equidad dimensional que no les corresponde, y a agruparlos por lo tanto en listados que son incongruentes por su propia naturaleza. Ese problema de incongruencia intrínseca es el que arrastra desde siempre el listado  categorial en filosofía, porque trata el ‘cuerpo’ filosófico bidimensional como un listado, unidimensional. Por el contrario nuestro esquema aporta esa primaria diversa dimensionalidad, necesaria para una correcta estructuración del estudio. Así por ejemplo al distinguir la dualidad esencia-existencia de  la dualidad materia-acción estamos haciendo una distinción de tipo vertical, arriba-abajo, concreto-abstracto, o sea esencial, de naturaleza radicalmente distinta (ortogonal) a la distinción entre cantidad y cualidad, que es de tipo horizontal, existencial, por lo que no debemos estudiarlas incluyéndolas en el mismo listado, pues surgen de diferente dimensión, vertical una y horizontal la otra; aunque la  interna distinción entre los conceptos esencia y existencia, así como entre materia y acción tenga su origen en la dimensión horizontal.

 

         Llegado desde la observación, por inducción, a nuestro esquema, debemos ahora deducir la lógica dimensional de su despliegue. 

 

  1. Ser, determina la dimensión vertical, que diferencia lo de arriba, que podemos llamar ‘lo ideal’, de lo de abajo, que podemos llamar ‘lo material’. Dualidad Cielo-Tierra.
  2. Existir, determina la dimensión horizontal, que, en lo ya determinado verticalmente por el Ser (‘lo ideal’ y ‘lo material’) va a diferenciar horizontalmente lo de la izquierda, que podemos llamar ‘lo cuantitativo’ de lo de la derecha, que podemos llamar ‘lo cualitativo’, dualidad Cantidad-Cualidad acorde (o inspirada por) el principio del salto cualitativo asociado al curso del tiempo. Por tanto en ‘lo ideal’ distinguimos lo ideal cantidad, que podemos llamar ‘esencia’, arriba a la izquierda, y lo ideal cualidad, que podemos llamar ‘existencia’, arriba a la derecha. De modo similar, en ‘lo material’ (abajo) distinguimos ahora lo material cantidad, que podemos llamar ‘materia’, abajo a la izquierda, y lo material cualidad, que podemos llamar ‘acción’, abajo a la derecha. Tenemos entones que la dimensión, horizontal, del Existir determina en ‘lo ideal’ una polarización ‘esencia-existencia’ (desde-hacia), de modo que en su nivel de arriba podríamos llamar al Existir esencia existiendo,  esencia-existencia. ¿Determina el tiempo, desde-hacia, pasado-futuro? Por su parte, en el nivel de abajo tenemos que la dimensión horizontal del Existir determina en ‘lo material’ una polarización ‘materia-acción’ (desde-hacia), de modo que en este nivel de abajo podríamos llamar al Existir materia en acción,  materia-acción. 

        Con todo lo cual tenemos así una definición esquemática para Ser, Existir, esencia, existencia, materia y acción, en términos dimensionales o, como decimos, esquemáticos (referidos a un esquema natural), en el cual no va a tratarse ya de meros conceptos especulativos sujetos a variada interpretación, sino conceptos firmemente entrelazados y enraizados en un esquema dimensional simple y natural, de modo que esa firmeza y sencillez les va a dotar ciertamente de un carácter operativo del que la filosofía carece. De algún modo es el esquema que pretendiera Leibniz.

        Con el Ser y el Existir se ha creado así un espacio bidimensional, que de paso dará acogida a la ciencia moderna.

 

[1] En: Estudio deductivo del Ser. 1-SER-Alejamiento: 2.1. Pensamiento observador y razón abstracta.

[2]  Usurpador del Ser; tratado esto en otro lugar

[3] El hombre vital de las Urbes fluviales, que entiende de fuerzas, poderes y dioses, sabe de los  ME a que aluden constantemente los primitivos himnos sumerios. Los antiguos ME son poderes, múltiples, que poseen los dioses, los tienen en sus manos, aunque no los crean, y los transmiten. Son poderes impersonales, eternos, fuerzas divinas capaces de concretarse en los seres que las ejecutan, son poderes operativos vitales, que conectan al hombre concreto con el dios general. Pero etimológicamente ME es el sustantivo que corresponde al verbo 'ser', es un ‘es’. Diríamos, el 'ente' que es, pero no ente cosa, sino ente fuerza, es decir la fuerza o poder hecho dios, del mismo modo como el ente idea  será mas tarde la cosa deificada. Por eso el investigador Castellino se preguntó si no existiría cierta analogía entre los ME sumerios y las ideas platónicas. Efectivamente, pero no como abstracción esencial de la cosa, sino como 'abstracción vital' o articulación de la fuerza, es decir endiosación, no objetos de abstracción del conocimiento, sino de la emoción, actuación y ritual,  estando el hombre al servicio de esos dioses, pues no hace sino encarnar esas fuerzas vitales.  ..\..\..\..\1Escritos\1Libro\Libro en papel.doc

       

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